Hola.
Me presento. Trabajo en un ayuntamiento como técnico en temas de normalización lingüística. En el trabajo tengo compañeras que defienden a muerte el punto de vista técnico. Si yo soy el técnico ¿quién va a saber mejor que yo, qué es lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer en cada situación?
Detrás de todo ello está el paradigma de la simplicidad: un problema = una solución.
Ese ha sido uno de los objetivos más aplaudidos de la investigación social, ¿no es así? Buscar la solución optima para cada problema, y si existe más de una solución posible, dar toda la información pertinente para poder tomar las mejores decisiones para cada contexto.
Con el tiempo te vas dando cuenta de que no es así. Un problema se puede definir de infinitas maneras, dando origen a problemas distintos. Cada problema pueden tener varias soluciones, igualmente validas, incluso una vez pasado el filtro (un tanto burdo, y a veces bastante tramposo) de la viabilidad técnica.
Así entiendo yo el tema de la complejidad. Y ahí veo claro cual es la aportación de la investigación dialéctica.
El papel del técnico/a (o del investigador/a) no es encontrar la mejor solución, sino implicar a la comunidad y trabajar en la definición del problema, en la valoración de alternativas, en la elección de posibles soluciones. Activar voluntades para trabajar en común.
Escribo este último párrafo y enseguida me doy cuenta de que sí, de que es así es como pienso, pero que incluso eso es un planteamiento insuficiente, pues sitúa al técnico/a (al investigador/a) en un nivel diferente y, de alguna manera, privilegiado.
¿Cómo lo veis? ¿Os encaja con el tema del desempoderamiento? En el siguiente apunte intentaré entrar en ese tema.