Para la sociedad del espectáculo hay básicamente dos sentidos, la vista y el oído. Para la biología existen tres más, el gusto, el tacto y el olfato. Hay una perversión en todo esto, lo biológico individualiza los sentidos, manteniendo la seguridad de lo posible.
Pero los sentidos no pueden ir por separado, por ello aparecen también ocho más: el sentido de la afectividad, con la que percibimos los sentimientos y emociones que provoca el proceso; el sentido de la sensibilidad, lo que se percibe es el momento en el que se encuentra el proceso y cada uno de los grupos que están inmersos en los mismos; el sentido de la oportunidad, con el que percibimos cuándo y cómo realizar las cosas; el sentido común, con el que percibimos la seguridad de lo posible; el sentido de la creatividad, con la que percibimos con los imaginarios; el sentido del humor, con el que percibiríamos, mediante un simulacro la esperanza de lo imposible; el sentido de la proximidad, con el que percibiríamos la vivencia en los espacios y tiempos cotidianos; el sentido del distanciamiento e identificación con el que percibiríamos la adhesión crítica al proceso.
La forma de trabajar con y desde los sentidos es mediante las aptitudes (capacitar a una herramienta para ejercer una técnica), son los que posibilitan el poder cambiar las técnicas de orden y su pertinencia en el proceso, adaptan y conectan las técnicas con las herramientas y con las herramientas-técnicas y multiplican las posibilidades de las herramientas-técnicas, abriendo así puertas hacia los imaginarios y la complejidad.